La igualdad contra Racing de Córdoba no solo dejó un sabor amargo en San Martín de Tucumán, que estuvo a nada de ganar el duelo, sino que también sirvió como una advertencia para lo que se avecina. Los festejos y la euforia por la clasificación a la final de la Primera Nacional parecen haber dejado secuelas: el equipo de Diego Flores parece haber jugado el duelo con una extraña mezcla de confianza y relajación.
Ese aspecto provocó que aparecieran algunas dudas en la defensa, paradójicamente uno de los aspectos más sólidos del equipo a lo largo de la temporada.
Las grietas se mostraron cuando Agustín Dattola, en una jugada desafortunada, perdió las espaldas dejando el espacio suficiente para que los cordobeses aprovecharan y, a través de Bruno Nasta, abrieran el marcador.
La decisión de Flores de alinear una mix entre titulares y suplentes no dio el resultado esperado. Aunque el equipo nunca perdió la calma, esta vez le costó horrores poner a sus delanteros de cara al gol.
El “Santo” pareció confundido y falto de ritmo, como si hubiera olvidado las fortalezas que lo caracterizan y que lo hizo obtener el boleto a la finalísima con varias semanas de antelación.
No obstante, la insistencia del equipo finalmente tuvo su recompensa. Primero con el gol de Lautaro Fedele y luego con un potente remate cruzado de Junior Arias. Un gol “de otra categoría” metió el delantero uruguayo para torcer la historia y para desatar la alegría de los hinchas.
Pero así como en un abrir y cerrar de ojos había dado vuelta el resultado, otra vez aparecieron las falencias defensivas. En la última jugada lo que parecía una victoria segura se esfumó. Gianfranco Ferrero ganó a la salida de un córner, sentenció el 2-2 y privó a los dirigidos por Flores de sumar la séptima victoria consecutiva.
De estar a nada de otro gran triunfo, el equipo tuvo que conformarse con un empate; algo que terminó generando una sensación agridulce entre los fanáticos.
En otro tramo del torneo, un empate como este habría sido motivo de frustración, pero con la clasificación ya asegurada al resultado contra la “Academia” cordobesa los hinchas no se lo tomaron mal.
Más allá de eso, el juego que mostró San Martín en esta ocasión debe ser tomado como una señal de alerta de cara a lo que se viene.
Más allá de que demostró que tiene plantel y capacidad para revertir situaciones adversas, también dejó en claro que cualquier exceso de confianza puede llegar a costarle caro; sobre todo pensando en la final, en donde en 90 minutos se define toda una temporada de trabajo.
A esta altura del torneo el margen de error es cada vez menor. Flores deberá analizar día a día cómo dosificar las cargas de cara al duelo decisivo contra el mejor de la zona B. Pero este empate debe servirle de enseñanza para saber que a los partidos se los gana con inteligencia, intensidad y estando enfocado los 90’, algo que en esta ocasión el “Santo” no hizo. Por eso debió conformarse con el empate.